VIEL TEMPERLEY,POETA

VIEL TEMPERLEY, POETA



Cada vez que leo la obra completa de un poeta tengo la inminente sensación que con el correr de las páginas algo va a ocurrir. Y ese algo tiene que ver con el cambio, con la ruptura, con el presentimiento de la madurez en la escritura. La sensación que una vez abandonado los poemas de juventud nos instalamos en la edad adulta de un corpus textual.
Este prejuicio muchas veces se confirma y otras claro está, como bien corresponde en el terreno literario, queda absolutamente desmentido.
Recorriendo la obra del poeta argentino Héctor Viel Temperley la inminencia de lo menor a lo mayor se hace notoriamente considerable: y esto no sólo por el señalamiento que cierto aparato crítico hace sobre nuestra lectura marcando puntos de quiebre, sino mejor por un efecto de lectura.
Se advierte: no cambia la búsqueda, sino los tonos. No se modifican las imágenes sino que se pulen sus formas. Además de ello Viel Temperley tuvo el inmenso talento de acercarse a la profundidad sin ser atrapado por la cursilería. En este punto parece hermanarse con Alejandra Pizarnik.
Después podremos establecer discusiones sobre el momento preciso del pasaje: ¿fue con su libro Legión Extranjera? ¿Fue con Crawl? Para Rodolfo Fogwill a partir del poema “El escorial” de 1978 la poesía de Viel comienza a encontrar su punto más alto para consolidarse en sus dos conocidos últimos libros.
Si tendría que buscar un título amarillo, sensacionalista y tendencioso para ilustrar este artículo diría: “Viel Temperley: de poeta premiado por la S.A.D.E a gran escritor". Sin embargo se llamará: Viel Temperley, poeta.
Para percibir el pasaje del que vengo hablando se hace necesario leer la obra completa; para disfrutar de su poesía con algunos textos alcanza.

(mauricio valluzzi)





Pabellón Rosetto, larga esquina de verano, armadura de mariposas: Mi madre vino al cielo a visitarme.

Tengo la cabeza vendada. Permanezco en el pecho de la Luz horas y horas. Soy feliz. Me han sacado del mundo.

Mi madre es la risa, la libertad, el verano.

A veinte cuadras de aquí yace muriéndose.

Aquí besa mi paz, ve a su hijo cambiado, se prepara -en Tu llanto— para comenzar todo de nuevo.


( Versión con esquirlas
y "Christus Pantokrator")

Pabellón Rosetto, larga esquina de verano, armadura de mariposas: Mi madre vino al cielo a visitarme.

Tengo la cabeza vendada. Permanezco en el pecho de la Luz horas y horas. Soy feliz. Me han sacado del mundo

Mi madre es la risa, la libertad, el verano.

A veinte cuadras de aquí yace muriéndose.

Aquí besa mi paz, ve a su hijo cambiado, se prepara -en Tu llanto- para comenzar todo de nuevo.

Hospital Británico

La muchacha regresa con rostro de roedor, desfigurada por no querer saber lo que es ser joven.

Llevando otro embarazo sobre las largas piernas, me pide humildemente fechas para una lápida. (1984)

Hospital Británico

¿Quién puso en mí esa misa a la que nunca llego? ¿Quién puso en mi camino hacia la misa a esos patos marrones —o pupitres con las alas abiertas—que se hunden en el polvo de la tarde sobre la pérgola que cubrían las glicinas ? (1984)

Hospital Británico

Voy hacia lo que menos conocí en mi vida: voy hacia mi cuerpo . (1984)

Pabellón Rosetto

Aquella blanca pared nueva, joven, que hablaba a las palmeras de una playa -enfermeras de pechos de luz verde- en una fotografía que perdí en mi adolescencia.

Pabellón Rosetto

Soñé que nos hundíamos y que después nadábamos hacia la costa lentamente y que de nuestras sombras de color verde claro huían los tiburones. (1978)

Pabellón Rosetto

Si me enseñaras qué es el verde claro... (1978)

Pabellón Rosetto

Es difícil llegar a la capilla: se puede orar entre las cañas en el viento debajo de la cama. (1984)

"Christus Pantokrator"

La postal tiene una leyenda: "Christus Pantokrator, siglo XIII".

A los pies de la pared desnuda, la postal es un Christus Pantokrator en la mitad de un espigón larguísimo. (1985)

"Christus Pantokrator"

Entre mis ojos y los ojos de Christus Pantokrator nunca hay piso. Siempre hay dos alpargatas descosidas, blancas, en un día de viento.

Con la postal en el zócalo, con Christus Pantokrator en el espigón larguísimo, mi oscuridad no tiene hambre de gaviotas. (1985)

"Christus Pantokrator"

La postal viene de marineros, de pugilistas viejos en ese bar estrecho que parece un submarino—de maderas y latas—hundiéndose en el sol de la ribera.

La postal viene de un Christus Pantokrator que cuando bajo las persianas, apago la luz y cierro los ojos, me pide que filme Su Silencio dentro de una botella varada en un banco infinito. (1985)

"Christus Pantokrator"

Delante de la postal estoy como una pala que cava en el sol, en el Rostro y en los ojos de Christus Pantokrator. (1985)

Sé que sólo en los ojos de Christus Pantokrator puedo cavar en la transpiración de todos mis veranos hasta llegar desde el esternón, desde el mediodía, a ese faro cubierto por alas de naranjos que quiero para el niño casi mudo que llevé sobre el alma muchos meses. (Mes de Abril de 1986)

Larga esquina de verano

Alguien me odió ante el sol al que mi madre me arrojó. Necesito estar a oscuras, necesito regresar al hombre. No quiero que me toque la muchacha, ni el rufián, ni el ojo del poder, ni la ciencia del mundo. No quiero ser tocado por los sueños.

El enano que es mi ángel de la guarda sube bamboleándose los pocos peldaños de madera ametrallados por los soles; y sobre el pasamano de coronas de espinas, la piedra de su anillo es un cruzado que trepa somnoliento una colina: burdeles vacíos y pequeños, panaderías abiertas pero muy pequeñas, teatros pequeños pero cerrados—y más arriba ojos de catacumbas, lejanas miradas de catacumbas tras oscuras pestañas a flor de tierra.

Un tiburón se pudre a veinte metros. Un tiburón pequeño —una bala con tajos, un acordeón abierto—se pudre y me acompaña. Un tiburón—un criquet en silencio en el suelo de tierra, junto a un tambor de agua, en una gomería a muchos metros de la ruta—se pudre a veinte metros del sol en mi cabeza: El sol como las puertas, con dos hombres blanquísimos, de un colegio militar en un desierto; un colegio militar que no es más que un desierto en un lugar adentro de esta playa de la que huye el futuro. (1984)

Larga esquina de verano

¿Nunca morirá la sensación de que el demonio puede servirse de los cielos, y de las nubes y las aves, para observarme las entrañas?

Amigos muertos que caminan en las tardes grises hacia frontones de pelota solitarios: El rufián que me mira se sonríe como si yo pudiera desearla todavía.

Se nubla y se desnubla. Me hundo en mi carne; me hundo en la iglesia de desague a cielo abierto en la que creo. Espero la resurrección espero su estallido contra mis enemigos— en este cuerpo, en este día, en esta playa. Nada puede impedir que en su Pierna me azoten como cota de malla -y sin ninguna Historia ardan en mí- las cabezas de fósforos de todo el Tiempo.

Tengo las toses de los viejos fusiles de un Tiro Federal en los ojos. Mi vida es un desierto entre dos guerras. Necesito estar a oscuras. Necesito dormir, pero el sol me despierta. E1 sol, a través de mis párpados, como alas de gaviotas que echan cal sobre toda mi vida; el sol como una zona que me había olvidado; el sol como un golpe de espuma en mis confines; el sol como dos jóvenes vigías en una tempestad de luz que se ha tragado al mar, a las velas y al cielo. (1984)

Larga esquina de verano

La boca abierta al viento que se lleva a las moscas, el tiburón se pudre a veinte metros. E1 tiburón se desvanece, flota sobre el último asiento de la playa—del ómnibus que asciende con las ratas mareadas y con frío y comienza a partirse por la mitad y a desprenderse del limpiaparabrisas, que en los ojos del mar era su lluvia

Me acostumbré a verlas llegar con las nubes para cambiar mi vida. Me acostumbré a extrañarlas bajo el cielo: calladas, sin equipaje, con un cepillo de dientes entre sus manos. Me acostumbré a sus vientres sin esposo, embarazadas jóvenes que odian la arena que me cubre. (1984)

Larga esquina de verano

¿Toda la arena de esta playa quiere llenar mi boca? ¿Ya todo hambre de Rostro ensangrentado quiere comer arena y olvidarse?

Aves marinas que regresan de la velocidad de Dios en mi cabeza: No me separo de las claras paralelas de madera que tatuaban la piel de mis brazos junto a las axilas; no me separo de la única morada—sin paredes ni techo— que he tenido en el ígneo brillante de extranjero del centro de los patios vacíos del verano, y soy hambre de arenas—y hambre de Rostro ensangrentado.

Pero como sitiado por una eternidad, ¿yo puedo hacer violencia para que aparezca Tu Cuerpo, que es mi arrepentimiento? ¿Puedo hacer violencia con el pugilista africano de hierro y vientre almohadillado que es mi pieza sin luz a la una de la tarde mientras el mar -afuera- parece una armería? Dos mil años de esperanza, de arena y de muchacha muerta, ¿pueden hacer violencia? Con humedad de tienda que vendía cigarrillos negros, revólveres baratos y cintas de colores para disfraces de Carnaval, ¿se puede todavía hacer violencia?

Sin Tu Cuerpo en la tierra muere sin sangre el que no muere mártir; sin Tu Cuerpo en la tierra soy la trastienda de un negocio donde se deshacen cadenas, brújulas, timones —lentamente como hostias— bajo un ventilador de techo gris sin Tu Cuerpo en la tierra no sé cómo pedir perdón a una muchacha en la punta de guadaña con rocío del ala izquierda del cementerio alemán (y la orilla del mar espuma y agua helada en las mejillas—es a veces un hombre que se afeita sin ganas día tras día).( 1985)

Larga esquina de verano

¿Soy ese tripulante con corona de espinas que no ve a sus alas afuera del buque, que no ve a Tu Rostro en el afiche pegado al casco y desgarrado por el viento y que no sabe todavía que Tu Rostro es más que todo el mar cuando lanza sus dados contra un negro espigón de cocinas de hierro que espera a algunos hombres en un sol donde nieva ? ( 1985 )

Tu Rostro

Tu Rostro como sangre muy oscura en un plato de tropa, entre cocinas frías y bajo un sol de nieve; Tu Rostro como una conversación entre colmenas con vértigo en la llanura del verano; Tu Rostro como sombra verde y negra con balidos muy cerca de mi aliento y mi revólver; Tu Rostro como sombra verde y negra que desciende al galope, cada tarde, desde una pampa a dos mil metros sobre el nivel del mar; Tu Rostro como arroyos de violetas cayendo lentamente desde gallos de riña; Tu Rostro como arroyos de violetas que empapan de vitrales a un hospital sobre un barranco. (1985)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno el blog :)

Unknown dijo...

Dr. Valluzzi!!!!

Usted bien sabe lo que opino acerca de su saber y su capacidad, a su amigo Luis no lo conozco mucho pero destila sapiencia también...fue lindo escucharlos charlar un ratito ese día...son un deleite, al menos para mi

pasé por aquí para ver si había algo nuevo... y sin querer descubrí que podía comentar y comenté...

Un abrazo!